Mariam Kidd en Second Life: 15.02.09

miércoles, 18 de febrero de 2009

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R.E.A. Linden Lab prohíbe la venta de microterrenos

R.E.A. por si no sabéis que es, responsable empresa anunciadora.

La peña es muy lista a la hora de hacer negocios pero Linden no se queda atrás y tarde o temprano nos pillan en nuestras trampas.

Como sabéis Linden Lab vende en subasta las tierras de mainland (regiones de la tierra principal) y los nuevos propietarios las parcelan y las venden por separado, hasta aquí mas o menos bien pero hay llegado a hacer parcelas de 4×4 metros y os preguntareis quien puede vivir allí David el Gnomo?? Pues no, las usaban para poner carteles flotantes y vallas publicitarias.
Linden ya había prohibido el uso de vallas y esas cosas para hacer publicidad en Mainland , pero ahora prohíbe totalmente la venta de estos microterrenos.

La estética del Mainland estaba dejando mucho que desear y con esta nueva prohibición esperan mejorarla, ya que en estos terrenos no hay una política de construcción ni urbanismo y cada uno hace en su tierra lo que le sale del….. si es del nabo será agricultor, si es de la polla será ganadero si es del soldadito montará un ejercito, si es del gusanito como siempre piensan en grande pues será un zoológico y así me podría pasar horas y horas jajajaj, por que hay que ver cuantos nombres tiene

Bueno todo esto lo anunciaros en el blog de SL el 12 de febrero, así que si queréis saber mas del tema ya sabéis donde tenéis la información.

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Que más nos estamos perdiendo????

Un violinista en el metro
Este echo pasó en el 2007

Un hombre se sentó en una estación del metro en Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.


Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha.

Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino.

Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.

En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.

Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín tasado en 3.5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 100 dólares.


Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?


Una de las conclusiones de esta experiencia, podría ser la siguiente: Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?