Mariam Kidd en Second Life: Un sueño que pronto se hará realidad: la ciudad de Heriolfr

domingo, 28 de octubre de 2007

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Un sueño que pronto se hará realidad: la ciudad de Heriolfr

Por mahasti (Marta Evelyn)
Mahasti ha finalizado sus tareas del día, cansada pero feliz por haber podido servir a su Amo. Llegó la hora de retirarse a sus pieles, a los pies de la cama de su Señor. Se acurruca, hecha un ovillo, siente en su espalda el calor de los últimos rescoldos del fuego del hogar, sus párpados se cierran… En ese momento su mente se libera de la rutina diaria e inicia un viaje al país de los sueños. De repente, la oscuridad se rasga y aparece ante ella el espectáculo magnífico de una ciudad en construcción. Flotando en el aire, como solo en un sueño se puede hacer, contempla unas altas murallas, un parapeto defensivo imponente, se trata sin duda de una ciudad guerrera. Mahasti se siente llevada ante la puerta de la ciudad y depositada suavemente en el suelo. Siente en su pequeño cuerpo un frío intenso, mira a su alrededor, todo se halla cubierto de nieve, apenas algún abeto osa desafiar un clima tan riguroso. Luego se mira a si misma, ya no viste las típicas sedas del sur que le entregó su Amo, sino un recio kamisk de piel, sus pies ya no están desnudos, calzan unas botas de cuero y, sobre su espalda, descansa una gruesa capa de piel de bosko. Se encuentra en el norte de Gor, en la región de Torvaldsland, en pleno Ártico. Cree que las kajirae reciben allí otro nombre, rebusca en el baúl de su memoria: bonmaids.
Mahasti alza la vista: ante ella se abre ante ella el acceso a la ciudad, aun sin puertas que las cierren, pero si flanqueadas por dos majestuosas estatuas de guerrero. Temerosa, entra en el recinto, nota el crujir de la nieve bajo sus botas de piel, con sus manitas cierra su capa para sentir menos el frío, su rostro es azotado por el cruel viento del norte. Una gran plaza es lo primero que encuentra, mira alrededor, las casas parecen ya acabadas, pero extrañamente vacías, entonces recuerda que vio una ciudad en obras, sin duda pronto llegarán inquilinos a dotarlas de vida. Mahasti se da la vuelta, y ve, al lado de la puerta, la escalera de acceso a las murallas. Se encarama por ellas y llega al puesto de guardia, un cuarto espacioso de amplios ventanales. Se asoma a ellos y la vista la sobrecoge. Por aquí vendrán los ejércitos enemigos a intentar invadir la ciudad, pero sabe que sus intentos serán inútiles, la altura y fortaleza de las murallas, junto con el corazón de acero de sus defensores, lo impedirán. Sus pies tropiezan con algo, se agacha a recogerlo. Se trata de un pergamino con el boceto de la ciudad dibujado en su superficie. Lo observa atenta. Ante las puertas de estas murallas, aun se construirá otro barrio, con casas de madera y una empalizada de troncos rodeándola. Recuerda historias contadas alrededor del fuego de invierno, de lejanas ciudades con dos barrios, uno de piedra para las castas altas y otro extramuros, de madera, para las castas bajas. Al asomarse de nuevo observa árboles ya cortados y dos cabañas de madera, recién construidas, junto con montones de tablas apiladas, evidencias claras de que las obras en esta parte ya han empezado.
Mahasti se da la vuelta y mira ahora por los ventanales que dan a la plaza de la ciudad. Entre las casas, tres edificios llaman su atención. Decide bajar y visitarlos. Al llegar al primero, sutiles nubes de vapor parecen saludarla desde la puerta. Sin duda se trata de los baños. Al acceder a ellos, siente un estremecimiento, sus manitas empiezan a querer moverse, a sentir el tacto de su Amo mientras le ayuda a bañarse o reconforta su cuerpo con un masaje. El baño tiene dos salas, arriba para los Libres, abajo para las Señoras. En cada estancia observa una escalera, conducen a unas grutas subterráneas en las que emana un manantial de agua caliente, mahasti se arrodilla, introduce su mano, casi se quema mientras un sutil aroma ferruginoso llega a su nariz, eso le indica que son aguas termales, reconfortarán a todos en este duro clima.
Mahasti afronta de nuevo el frío gélido del exterior, pasea tiritando hasta que contempla unas jaulas frente a otro edificio. Se trata de los kennel, o casa de las esclavas, las bonmaid. Con sigilo asoma su cabeza: la mesa del Salver, aun vacía, frente a ella y, al fondo, una puerta entreabierta. Temerosa acaba de empujarla, un estremecimiento recorre su columna vertebral al observar los instrumentos para el marcado, sus dedos recorren, en un movimiento reflejo, su propia marca, el escudo de la casa de su Amo, el signo de que es solo una propiedad, una cosa. Al retirar la cabeza de la puerta, observa unas escaleras, las baja para llegar a la sala central de estos kennel, donde las kajiras se reunirán, tomarán clases para mejor saber servir y danzar, o esperarán a estar solas para susurrarse al oído los últimos rumores que captaron en la ciudad, cuchicheo de bonmaids, solo un ruido de fondo para los libres, pero una parte importante de la vida de estas muchachas.
Mahasti sale de nuevo a la calle, con paso decidido se sitúa frene a otro edificio singular, unos cuernos en lo alto de la fachada le indican que se trata de la taberna. Saca una manita de debajo de la capa para apartar las gruesas pieles que protegen la entrada del viento glaciar. Todo se encuentra a punto para recibir a los Libres de la ciudad, sin duda pronto los cantos de los guerreros retumbarán entre estas paredes, sus historias amenizarán la larga noche ártica, mientras sus bonmaids, o quizás las de la taberna, se afanarán por servirles paga caliente para saciar su sed y reconfortar su espíritu, o gruesos filetes de bosko para reponer sus fuerzas después de los duros combates. Mahasti se ve a ella misma sirviendo aquí a su Amo, arrodillada ante él, la cabeza baja, besando la taza del negro vino de Thentis, antes de ofrecerla a su Señor con las palabras más bellas que pueda encontrar, mientras su corazón arderá de fuego, palpitando acelerado, antes de saber si a su Amo le ha complacido el servicio de su pequeña esclava. Si es así, seguro dejará que le ofrezca una danza, entonces ella bailará entregando todo su ser, esperando ser grata a sus ojos, deseando que un mano recia agarre al acabar su collar, que acerque su rostro al suyo, que bese sus labios con ardor y que le dirija una mirada tan intensa que ninguna palabra haga falta ya.
Antes de salir de la taberna, mahasti se percata de una cortina que parece conducir a otra estancia. Al correrla, se descubre ante sus ojos el cuarto de las Señoras, con cómodas sillas en lugar de los recios bancos destinados a los Libres. Aquí el suave frufrú de las faldas sustituirá a los rudos cánticos, y el té y el chocolate al paga y al vino negro. Cuando levante la mirada, solo por un instante, podrá apreciar el bello rostro de las Señoras. Aquí, en el norte, no se usa el velo, unas costumbres distintas lo permiten, al igual que poder entrar en las tabernas, cosa impensable en ciertas latitudes goreanas.
De nuevo en el exterior, mahasti recorre un laberinto de callejuelas, entre casas que pronto hervirán de vida, con kajirae encendiendo sus hogares, con Libres regresando a ellas para gozar de un merecido descanso y de la atención de sus esclavas. De pronto, la mole majestuosa del castillo de la Tatrix se alza ante ella, con su mirada casi no distingue el torreón más alto, se sobrecoge, desde aquí se gobernará la ciudad y se guardará su bien más preciado, la piedra fundacional, a salvo de los enemigos. Mahasti se atreve a entrar en el castillo, a recorrer sus salas aun vacías, a contemplar los lugares que le serán vedados cuando todo esté finalizado. Encuentra una sala ya decorada, la oficina de la Escriba. Las alfombras darán calidez a los pies de los Libres, mientras ricos tapices se alternan en las paredes con las estanterías de los libros y los armarios con toda la documentación de la ciudad. Ella, curiosa, quiere ver sus papeles, los que indican que es propiedad de su Amo, tira de un cajón con sigilo, pronto podrá ver ese papel….
Mahasti se despierta entonces. La visita a la ciudad solo ha sido un sueño. ¿O no? ¿Existe quizás un lugar así, una ciudad maravillosa perdida en una isla del norte de Gor, entre espesas brumas y nieves eternas? ¡Sería tan bonito poder vivir allí! Por la mañana se afana con sus tareas, pero su mente no puede apartar las imágenes de ese sueño. Al llegar el mediodía, su Amo ha invitado a comer a otros Libres. Mientras sirve, mahasti capta fragmentos de su conversación. “Sí, dice su Amo con voz segura, mi intención es ir a residir, con mi cadena, a la nueva ciudad de Heriolfr, allá en el Ártico. Mis informaciones me indican que a mediados de noviembre ya estará acabada. El barrio intramuros de piedra está prácticamente acabado, solo falta el extramuros, de madera, y arreglar el bosque que rodea la ciudad. Muchos somos los que queremos vivir allí el mejor Gor, pero un poco de paciencia aun. El sacrificio de la espera se verá recompensado con residir en la más bella de las ciudades”
El corazón de mahasti salta entonces de alegría. ¿Fue un sueño o una premonición? Quien sabe, se dice a si misma, mientras baja la mirada y cierra los ojos sintiendo la mano de su Amo acariciando sus largos cabellos. Pronto Heriolfr será una realidad.

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