Mariam Kidd en Second Life: De regalo, 365 días de sexo

martes, 5 de mayo de 2009

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De regalo, 365 días de sexo

Una noticia que me ha llamado la atención, ha sido divertido leerla y me han gustado las reflexiones que hace sobre el sexo programado y a diario. Un año de sexo uffff para algunos seria una bendición pero para otros toda una penitencia.

Siempre he pensado que el sexo es bueno para muchas cosas y cuanto mas sexo tienes mas quieres.

Ale os dejo que lo leáis.


http://www.elmundo.es/

Charla Muller buscaba un regalo original y lo encontró leyendo la Biblia: un año entero de sexo para su marido. Esta americana ha escrito un libro contando la experiencia y se permite un consejo marital: «Sea cual sea vuestra frecuencia de hacer el amor, duplicadla».
STUART JEFFRIES

Charla Muller estaba leyendo la Epístola a los Gálatas 5, 22-23 en su grupo de estudios bíblicos cuando decidió lo que iba a regalar a su marido, Brad, por su 40 cumpleaños. Aunque quizás él se llevara una decepción, no sería un cheque regalo para descargar canciones para su iPod. En su lugar, le iba a proponer sexo durante 365 noches. Como ustedes saben, en Gálatas 5, 22-23 se dice: «Pero el fruto del espíritu es el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fe, la gentileza y el autocontrol». ¿Qué tiene eso que ver con un maratón sexual programado de antemano? «Al leer aquello, me di cuenta de que necesitaba darle un intensidad superior a nuestra relación para hacerla fructífera. Llevábamos ocho años casados y yo quería volver a conectarme con Brad y darle un regalo que no olvidara jamás».

Acaso las parejas modernas que viven la noche oscura del alma que es la relación duradera deban, sobre todo en las épocas económicamente difíciles, considerar la posibilidad de dar a su cónyuge el mismo regalo que le hizo Charla a Brad. Olvidarse de los inconvenientes (los penaltis fallados en el Everton-Manchester United o la amargura, por no mencionar el hecho de tener que pensar en nuevos modos de mantener el interés del corazón todas las noches). Acentuar el lado positivo. Pensar en los gratuitos festines nocturnos de endorfinas. Por no hablar de lo mucho que uno ahorra si apaga las luces y cancela su suscripción a la televisión por cable. Reparar en lo cerca que estarás de tu compañero, incluso si, después de todo, prefieres estar jugando al Scrabble por Internet, contando mentiras sobre tu vida en el Twitter o llevando a tu avatar del Second Life a una discoteca de patinadores.
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DOLOR DE CABEZA. Le pregunto a Muller cuál fue la reación de Brad a su regalo. «¡Me lo rechazó! Pensaba que programar la intimidad le haría perder encanto. También se preguntaba si sería capaz de estar a la altura. Me dijo: «¿Y qué pasa si me da un dolor de cabeza?». Así que ella esbozó una lista de normas básicas, entre las que se hallaba la de que cualquiera de los dos podría negarse a hacerlo en cualquier momento».

«Al final dijo: «Vamos a intentarlo»». Como se acercaba el cumpleaños de Brad, la pareja se preocupó por la logística: cómo iban a encontrar energía y tiempo libre suficientes (ella trabaja en el sector del marketing, él es dependiente de una tienda), cómo se asegurarían de que los niños (de siete y cinco años de edad) no irrumpieran en el dormitorio y qué ocurriría si echaban algo realmente bueno en la tele. «Acordamos que la televisión no podía comerse nuestras relaciones íntimas y que, una vez programáramos un rato picante, las Blackberries y los e-mails quedarían ignorados».

¿Y los niños? «Son suficientemente mayores para que no tengamos que cuidar de ellos cada cinco minutos, así que a menudo les poníamos una película de vídeo. También nos volvimos mucho más estrictos con la hora de irse a la cama de lo que éramos antes. Y no nos preocupamos de cerrar con llave la puerta del dormitorio. A veces teníamos a una cuidadora de niños estupenda que venía a trabajar por las noches».
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¿Qué habría ocurrido si Brad te hubiera ofrecido ese mismo regalo por tu cumpleaños? ¿Habrías dicho algo del estilo de «Bueno, Brad, espero que aún conserves el ticket»? Charla Muller se ríe al otro lado del teléfono, en Charlotte, Carolina del Norte. «No estoy segura de si habría aceptado. De hecho, cuando yo cumplí los 40, que fue hace poco, Brad dijo: «Bueno, ¿y ahora qué?», insinuando que podíamos tener sexo durante otras 365 noches. Pero yo no quise».

¿Y no resultó acertada la reacción inicial de Brad, cuando dijo que 365 días de sexo programado serían seguramente un modo de quitar las ganas? ¿Qué hay de la espontaneidad? «Tuve la sensación contraria. Sentí que ya no pesaba la presión. Él dejó de pensar: «Esta noche es un momento importante, la única noche que vamos a hacer el amor este mes, y tiene que ser realmente especial». Y, por lo que a mí respecta, antes del sexo a diario, me preguntaba, con sentimiento de culpabilidad, cuándo iba a tener tiempo y ganas. La obligación de hacer el amor todas las noches me obligaba a encontrar ese tiempo y a que ya no tuviera que ser necesariamente un momento especial».


¿Y qué pasa con el deseo? «La idea era que llegaría solo». De hecho, Muller escribe en su libro, 365 noches: memorias de la intimidad Editado por John Blake]: «El sexo regular nos proporcionaba una sensación de salud y bienestar que nos estimuló el deseo de tener todavía más sexo. El sexo también es un gran liberador de estrés. Un buen y relajante revolcón con Brad era una forma magnífica de distraerse de la sensación de que el mundo se vendría abajo si yo no estaba ahí luchando contra los dragones 24 horas al día, siete días a la semana. Podía relajarme, sentir cómo esas endorfinas tintineaban por todo mi cuerpo y olvidarme del mal día. Y, en lo que quizás era lo mejor de todo, nuestros momentos íntimos me hacían sentirme más joven».

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UNO RAPIDITO. No siempre salía así de bien. Por ejemplo, Muller recuerda en su libro el momento en el que Brad le dijo, durante lo que significativamente llama «el tramo final»: «¿No podrías dejar de hacer muecas? ¿No podrías fingir al menos que te está gustando?». Y ella replicó: «¿Y qué tal si tú cierras los ojos?» Él suspiró (¡el muy bestia!) y obedeció.

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¿Pero no fue como un suplicio? «Déjame que te cuente una cosa», dice Carla Muller. «Una noche estábamos en un restaurante italiano, llenándonos de vino, pasta y pan. Una amiga me dijo: «Me da pena por ti. Tienes que irte a hacer el amor. Yo puedo ir a casa y ver Saturday Night Live en la cama». Le dije que ese día ya habíamos tenido uno rapidito (contratamos a la cuidadora de los niños una hora antes. La noche, en realidad, empezó con un polvo). Así que no, no fue un sacrificio; al menos, no lo fue durante la mayor parte del tiempo».

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Dicho lo cual, Muller escribe en sus memorias: «Las relaciones íntimas te ponen a prueba todos los días. Exigen resistencia, paciencia, cuidado personal y una ética del trabajo que yo no sabía que tenía».

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«En EEUU se han publicado muchísimos libros de este tipo», dice la educadora sexual Petra Boynton, del University College de Londres. «Son muy normativos y pueden perfectamente acabar haciendo que la gente se sienta culpable e indigna. Aprovechan un estribillo muy mediático que es que, cuanto más sexo, mejor sexo, y lo que necesitas es ingeniarte el modo de tener más sexo, lo cual significa mejorar la técnica y comprarte accesorios».

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¿El sexo fue una tarea doméstica para Charla y Brad? «No te voy a mentir», responde Muller. «Los últimos meses lo hacíamos mecánicamente, pero creo que aun así tenía un valor. Incluso cuando eran polvos rápidos y no una experiencia de luna de miel para alucinar en colores eran una buena manera de conectar. Me hacían mirarle a los ojos y a él mirarme a los míos, y comunicar física y emocionalmente».

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Hubo algunas ocasiones (Muller menciona dos) en las que Brad no acudió a su cita nocturna. El día 305, Charla fue a la cama tan animosa como siempre, con los dientes lavados, la cara recién frotada y cogiéndose el pelo en una cola de caballo, pero sólo para encontrar a Brad leyendo un ejemplar de Newsweek. «Mira, cariño», le dijo, «creo que esta noche voy a pasar, si no te importa. Estoy cansado, tengo un día importante mañana y últimamente hemos tenido un montón de sexo». En el libro, ella escribe: «Como si no me hubiera dado cuenta. Yo, a estas alturas, ya habría pasado del regalo unas 200 veces si hubiera sido de él para mí».
¿Te sentiste rechazada? «Un poco, pero sobre todo me sentí aliviada. Quería acurrucarme y dormir. También me gustaba el hecho de que Brad pudiera ver que esa noche no tenía que hacerlo. Fue como un puente que acababa de construirse».

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CON TU VECINO. Petra Boynton, investigadora del University College de Londres, cree que los lectores de este libro —sobre todo las mujeres— deberían ser escépticos sobre este regalo de cumpleaños: «Es la experiencia de una única persona. No hay caminos obligados que seguir a la letra. Si la idea no te llama, no hay que pensar que eres anormal. Puedes querer tener 365 noches de sexo al año, pero con tu vecino. Los deseos también son importantes».

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Muller no contradice a la experta, pero defiende su regalo: «Lo único que digo es que a nosotros nos funcionó. Es diferente para cada pareja. Mi marido sabía que yo le amaba, pero para él esto no era suficiente. Todo empezó a ir mejor gracias a lo que hicimos. Y no pienso que haya nada de equivocado en que una mujer intente agradar a su marido».

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¿Qué sucedió cuando Brad cumplió los 41? «Me daba vértigo la idea de que ya no tenía que hacer el amor»», escribe Muller. «Estaba henchida de satisfacción por haberlo conseguido». Le insinúo que eso hace que suene como una tarea. «No fue sólo una tarea, créeme», replica, «ahora estamos mucho más relajados con el otro y la casa ya no está llena de tensión».

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—Si el sexo a diario deparó tantos beneficios para tu relación, ¿por qué parasteis?

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—En parte fue un reto ver si podíamos hacerlo todos los días durante un año entero. Y demostramos que podíamos. Ahora estamos cosechando los frutos. Antes, el sexo era desastroso. Ahora he descubierto que encuentro tiempo con regularidad para tener sexo de calidad, algo que no ocurría antes. Así que ahora la intimidad es mejor de lo que fue nunca antes.

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Charla Muller concluye con un consejo para todas las parejas casadas: «Sea cual sea la frecuencia con la que lo estéis haciendo, duplicadla. Y, de aquí a seis meses, duplicadla otra vez. Es una prueba de que estáis aquí, vivos y estrechamente juntos».

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Stuart Jeffries ha publicado este artículo en el periódico británico The Guardian.


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Por cierto, el viernes y el domingo es mi santo, se que no es como un cumpleaños, pero en vez de 365 días me podías regalar alguno la mitad???? jajajajaja

2 Susurros en la noche:

Morrigan Mathy dijo...

mmmmmmmmmmm te sirven claveles? o rosas? es que tanto sexo.... tiene que dar unas agujetas impresionantes!!
Besetes

Lluna dijo...

Bueno si es de tu parte con eso me conformo jejeje